El 90% de los coches que circulan actualmente por las carreteras de todo el mundo incluyen turbocompresores para el motor. Estos sobrealimentadores permiten que los vehículos tengan potencia sin disparar el consumo y controlando los niveles de contaminación.
Comparado con el resto del motor, el turbo es un elemento pequeño cuya reparación suele ser costosa pero es que hay que tener en cuenta que se trata de un elemento con una increíble precisión. Se trata de una pieza que en pleno rendimiento gira a más de 200.000 revoluciones por minuto y alcanza una temperatura cercana a los 1.000ºC, lo que nos permite entender por qué algo tan pequeño es tan caro.